CULTIVOS RENTABLES Y EN ALZA: MANGO
Hasta hace unos años parecía prácticamente impensable encontrar mango en los comercios y las grandes superficies, sin embargo, actualmente se trata de una de las frutas exóticas más demandadas en el mercado a nivel mundial. Aunque comúnmente se cree que es un árbol proveniente de las zonas tropicales americanas, debido a que son las zonas desde las cuales se da un mayor nivel de exportación, se trata de una especie proveniente de Asia. Su cultivo en España se da, fundamentalmente, en diferentes zonas de Andalucía y en las Islas Canarias. Puede establecerse que es un cultivo de alta rentabilidad con un mercado que se ha ido consolidando con el paso del tiempo, a la par que el de otras frutas, como es el caso del aguacate, sobre el que podéis encontrar más información en nuestra publicación anterior.
- Características generales
Dentro del género Mangifera, únicamente 3 o 4 especies producen frutos comestibles, entre las cuales se encuentra el mango (Mangifera indica L.) una especie arbórea perteneciente a la familia de las anacardiáceas, es decir, perteneciente a la misma familia que otros cultivos de gran importancia, como es el caso del pistacho, reconocido también como uno de los cultivos más rentables, de cara al 2020. Todas las especies que conforman esta familia poseen canales de resina, tanto en el tronco como en las ramas. La resina exudada puede emplearse en la fabricación de gomas y aislantes, entre otros.
Puede alcanzar los 30 m de altura en estado salvaje, aunque en las fincas de cultivo su altura se limita, con el fin de facilitar las tareas a desempeñar, como la recolección, los métodos de control de las diferentes plagas y enfermedades y la poda. Sin tener en cuenta la variedad, puede hacerse una distinción entre los árboles cuya propagación se hace a partir de semillas (sexualmente) y los que se propagan a partir de injertos (asexualmente). Los primeros presentan un tronco erecto y su altura es mucho mayor (25-30 m), aunque hasta el sexto año no llega a alcanzar un punto mínimo de producción. En el segundo caso, los árboles presenta un tamaño mucho menor (5-10 m) con escasa ramificación, aunque comienzan a producir a partir del tercer año. La copa, por norma general, tiende a alcanzar una forma redondeada y simétrica. El crecimiento de las ramas se da por períodos o ciclos denominados flujos vegetativos. Los brotes vegetativos cambian de tonalidad con el paso del tiempo, desde tonalidades violeta y cobrizas, debido a la ausencia de clorofila (sin actividad fotosintética) hasta tornarse verde claro y pálido, para finalmente alcanzar un tono verde oscuro.
El sistema radical es vigoroso, además de muy eficiente, distinguiéndose desarrollos verticales y horizontales con una longitud de hasta 10 m, elemento clave a tener en cuenta en el diseño de los planes de fertilización. Su desarrollo se ve limitado por las condiciones del medio.
La producción de frutos en esta especie es alterna, de manera que tras uno o varios ciclos de producción óptima, lo más común es un año en los que los niveles de cosecha disminuyan radicalmente. El aclareo o eliminación de frutos no influye en esta condición. Las causas que lo provocan todavía no están claramente definidas, aunque se establece que se debe a que en los años de baja producción, el árbol aprovecha para invertir la mayor parte de los nutrientes en el crecimiento vegetativo, aumentando además los niveles de reservas, que pueden asegurar la floración y posterior formación de frutos.
- Condiciones del medio
En relación con las temperaturas se establece que deben situarse, en promedio, entre los 24 y 27 ºC, con temperaturas mínimas entre 11 y 17 ºC y máximas que no se encuentren muy por encima de los 34 ºC. Concretamente el mango prospera en climas con inviernos ligeramente fríos, primaveras ligeramente cálidas y veranos y otoños cálidos. Es necesario que no existan grandes variaciones de temperatura entre el día y la noche. Asimismo, no tienen una gran tolerancia frente a las heladas. Sin embargo, un árbol bien desarrollado puede resistir hasta los -2 ºC, siempre y cuando no se prolongue durante un largo periodo de tiempo.
El área de distribución natural se caracteriza por una precipitación anual entre 1500 y 2600 mm, con una estación seca de una duración hasta 5 meses. Esto se traduce en que en aquellos climas en los que se cumpla todo ello no será necesario un sistema de riego, al contrario de lo que ocurre en zonas con temperaturas más bajas donde únicamente existe una estación cálida, en las cuales el riego deberá ser más copioso, puesto que el desarrollo vegetativo sucede de forma simultánea a la fructificación. Se adapta aún así muy bien a condiciones de sequía, una vez que se encuentra bien enraizado. El estrés hídrico es el principal detonante de la inducción floral en áreas tropicales. En definitiva, es preferible una buena distribución anual de precipitaciones, que una gran cantidad, siempre y cuando la precipitación mínima anual sea de 700 mm.
Se desarrolla de manera óptima en suelos profundos, es decir, que no tengan menos de 80 cm de profundidad, con un buen drenaje que evite los encharcamientos. La capacidad de drenaje de un suelo está relacionada con su estructura y el contenido en materia orgánica, que asegura una porosidad o las proporciones adecuadas de oxígeno y agua. Si quieres saber más sobre la importancia del mantenimiento de una buena estructura en el suelo échale un vistazo a esta publicación. Se recomiendan suelos ligeros que permitan la entrada, fijación y crecimiento de las raíces, con textura limo-arenosa o arcillo-arenosa. El pH debe situarse entre 5,5 y 5,7, aunque su rango de tolerancia va desde 4,5 hasta 7,5.
- Manejo
Al contrario de lo que ocurría con otros cultivos, anteriormente descritos, como el pistacho y el almendro, en el caso del mango resulta prácticamente imposible recurrir a la implementación de un sistema de secano o de riego deficitario, exceptuando aquellas zonas en las que los niveles de precipitaciones puedan asegurar un mantenimiento de la humedad en los momentos clave que requiere la planta para un crecimiento óptimo, asociados también con un clima de temperaturas dentro del rango ideal de esta especie. Esto quiere decir que en la totalidad de la geografía española será necesario implementar un sistemas de regadío, ya que las zonas con temperaturas más elevadas que pueden cumplir con ese requisito los niveles de pluviometría son bajos, es decir, que no podrán suplir las necesidades hídricas de los árboles. Dado que es imprescindible evitar un encharcamiento continuo del suelo para evitar que las raíces se asfixien, así como un aumento de la incidencia de determinadas patologías, los sistemas de riego más recomendados son el riego por goteo o microaspersión, que permiten un ahorro del agua, al ser utilizada de una forma más eficaz. Asimismo, disminuyen la aparición de especies adventicias en las calles entre árboles, al tratarse de un riego localizado.
Una vez decidido el modelo que se va a implementar (regadío) debe diseñarse el marco de plantación, punto determinante, ya que tendrá una gran influencia en el correcto desarrollo de los árboles. Para aquellas variedades de gran tamaño la distancia entre árboles deberá ser de 3 x 5 m, mientras que para los de porte pequeño, podrá disminuirse esta distancia hasta establecer un marco de plantación de 2,5 x 3 m. Estas separaciones pueden reducirse, siempre y cuando no se comprometa en ningún momento el desarrollo del árbol al entrar en competencia con otro por los recursos.
- Poda
La poda se lleva a cabo con dos objetivos principales, que son el mantenimiento de un desarrollo armónico y bien equilibrado de la copa, que asegura una incidencia uniforme de la luz solar en todas las partes; y la garantía de un equilibrio entre los niveles de producción y el desarrollo correcto del resto del árbol, así como en relación a la calidad de los frutos. En este cultivo puede hacerse una clasificación entre cinco tipos de poda que son, la poda de formación, la de abertura, la de producción, la de equilibrio y la de rejuvenecimiento. La poda de formación es aquella que se realiza en las primeras fases de crecimiento, determinando la forma que se desea que mantenga el árbol, es decir, ayuda a definir la estructura final del mismo. Está relacionada con la poda de abertura central, cuyo fin es el de incrementar la luminosidad y la aireación en el interior de la copa. La de producción busca conseguir una mejora, como su propio nombre indica, sobre los niveles de producción, mediante la eliminación de las ramas viejas, dañadas o que no están siendo suficientemente productivas, favoreciendo que sean sustituidas por otras más jóvenes. La poda de equilibrio es aquella destinada a establecer un equilibrio entre desarrollo vegetativo y producción de frutos. Por último, la poda de rejuvenecimiento en la que se recorta la mayor parte del árbol, ya sea por la afectación de la mayor parte de las estructuras por alguna patología o por el envejecimiento. No es conveniente llevarla a cabo de manera drástica, puesto que esto podría producir estrés en el árbol.
Mosca de la fruta (Ceratitis capitata): díptero que presenta una amplia distribución a lo largo de los continentes, además de ser una de las que llega a causar un mayor impacto negativo en relación a la economía de los frutales. Durante el invierno la mosca de la fruta se encuentra enterrada en el suelo como pupa o larva, siempre y cuando logre conseguir hospedantes que fructifican en invierno. En climas suaves, cuando el invierno comienza a llegar a su fin aparecen las primeras generaciones de adultos. Tras el proceso de reproducción las hembras pican la corteza del fruto, realizando la puesta de los huevos en el interior. Las larvas extraen su alimento de la pulpa del fruto, donde hacen galerías. Como consecuencia de ello el fruto comienza a pudrirse y finalmente termina por caerse al suelo. Una vez que esto sucede las larvas salen al exterior, enterrándose en el suelo, pupando entonces en un pupario de color marrón rojizo. Esta pupa se dispone a pocos centímetros de profundidad. Cuando abandonan el fruto, la pudrición del mismo se da como consecuencia de la entrada de hongos a través de los agujeros realizados por las hembras durante la puesta. La descomposición de la pulpa es lo que desencadena la caída del fruto.
Cochinilla del mango o de la nieve (Aulacaspis tubercularis): hemíptero, que debe su nombre a la coloración blanquecina que presentan las colonias de machos. De este dato se puede deducir que existe un marcado dimorfismo sexual, de manera que el escudo de los machos es mucho más alargado y posee unas hendiduras, dispuestas longitudinalmente, blancas y paralelas al cuerpo. La hembra, por el contrario, es de forma circular y tiene un escudo plano, de color blanquecino, que le cubre la totalidad del cuerpo. Además, las hembras no se encuentran agrupadas, sino que están dispersas por las hojas y los frutos. Se concentran fundamentalmente en las hojas más viejas, sobre todo en aquellas localizadas en puntos más sombreados del árbol. Se da un amarillamiento de las hojas, en las cuales se produce la muerte de las zonas afectadas, pudiendo llegar a darse la caída prematura de las hojas, si el ataque fuese de gran intensidad. En los frutos provoca unas decoloraciones de las zonas atacadas, lo que lleva a unas alteraciones en el proceso de maduración, así como a una depreciación de su valor comercial.
Polilla del limonero (Prays citri): especie de lepidóptero, cuyo adulto es de color gris con manchas oscuras en las alas, bordeadas de largos flecos. Las larvas son blanquecinas o verdosas y tienen la cabeza de color marrón. El vuelo de los adultos se da durante la noche y en el crepúsculo, momento en el que realizan la puesta en los pétalos de las flores que aún se encuentran cerradas, así como en sépalos, brotes o pequeños frutos. Se calcula que puede llegar a tener hasta 5 generaciones en un año. Sobre los pétalos pueden observarse los huevos aislados, de forma semejante a una mota blanquecina. La oruga que nace del huevo penetra directamente en el interior de la flor, perforando el corion, alimentándose del néctar y otras sustancias azucaradas. Es común que las flores afectadas se encuentren cercanas unas a otras, puesto que la oruga las une mediante hilos de seda. La larva también puede alimentarse en las hojas, formando galerías.
Barreneta de la melaza (Cryptoblabes gnidiella): lepidóptero polífago que presenta entre 3 y 5 generaciones anuales, dependiendo de las condiciones del medio en el que se encuentren y la planta hospedadora, pudiendo llegar incluso a presentar más. El adulto presenta el cuerpo y las alas de color grisáceo oscuro, mientras que las orugas son de color variable, que va desde el verde al marrón, con la cabeza y el pronoto en tonos pardos. El huevo presenta un color blanquecino. Las orugas se refugian en el cáliz y los capuchones florales de la zona estilar del fruto, donde provocan los daños más graves al alimentarse de la epidermis, produciendo lesiones irregulares de profundidad variable. Esto provoca que se deprecie comercialmente, induciendo además un adelanto en el proceso de maduración, que puede llevar asociado un ataque de la mosca de la fruta, anteriormente descrita. Los frutos atacados pueden cambiar de color, cayéndose al suelo de manera prematura. Es posible que llegue a atacar también las flores del cultivo, devorando pétalos y estambres. Tiene hábitos nocturnos y crepusculares. Durante el invierno se encuentra en fase de larva bajo la corteza de las ramas del árbol. Aunque las hembras solo llegan a aparearse una vez, los machos pueden hacerlo en varias ocasiones.
Necrosis apical o bacteriana (Pseudomonas syringae): bacteria gram-negativa en forma de bacilo, que presenta flagelos polares. Se trata de una especie capaz de causar daños en una gran variedad de plantas. La infección se produce cuando el patógeno es transportado de un lugar a otro a través del aire o por salpicaduras de agua. La radiación solar y las altas temperaturas tienen un efecto muy negativo, haciendo que prácticamente desaparezca durante el verano de las hojas, aunque puede resguardarse en el interior de las yemas, desencadenando una nueva infección cuando se den las condiciones óptimas. Una de las características más importantes a tener en cuenta es que tiene actividad nucleadora del hielo, es decir, que sirve de núcleo para la formación de cristales de hielo a temperaturas más altas (-2 ºC). Los síntomas más característicos aparecen como manchas necróticas, las cuales se localizan en yemas vegetativas y florales, pudiendo extenderse hacia otras zonas del tallo y las hojas, a lo largo del nervio central. Es posible que las panículas florales se vean también afectadas. En las yemas o en la panícula pueden observarse gotas de exudado blanquecino, que con el transcurso del tiempo se oscurecen tomando un aspecto muy similar al de la resina. En los frutos no llegan a aparecer daños. En determinados casos puede producirse la muerte de toda la rama, e incluso del árbol completo, si el ataque es muy extremo.
Antracnosis (Colletotrichum gloesporioides P.): hongo patógeno, de distribución cosmopolita con predominancia en los trópicos y subtrópicos. Para que llegue a producirse la infección es necesario que la humedad relativa no se encuentre por debajo del 95%, ya que a partir de ese punto su crecimiento queda inhibido. Afecta a frutos, hojas, brotes y flores. En los frutos puede llegar incluso a inducir su caída, formando manchas oscuras de aspecto irregular en su superficie, que pueden llegar a unirse formando una sola para cubriendo la totalidad de los mismos. Es posible que lleguen a darse infecciones latentes en frutas maduras, que se manifiestan durante el almacenamiento. En las hojas aparecen manchas con forma ovalada o irregulares de colores pardos, localizadas en el ápice, borde o centro. Con el paso del tiempo éstas pueden aumentar de tamaño, dando lugar a áreas necrosadas alargadas. En el caso de las ramas comienzan a observarse áreas necróticas en el ápice de los brotes jóvenes, que terminan secándose. Los árboles más jóvenes es posible que lleguen a secarse por completo. Por último en las flores se manifiesta por medio de manchas oscuras que se van agrandando, pudiendo ocasionar finalmente un secado y caída.
Cercospora del mango (Cercospora mangifera): hongo patógeno, cuya presencia se ve favorecida debido a las temperaturas elevadas y una humedad relativa alta, que fomentan la esporulación. Las esporas del hongo son diseminadas por acción del viento o a través de salpicaduras de agua provenientes del riego o la lluvia. La ropa de los trabajadores y las herramientas favorecen también la propagación. El primer síntoma que se aprecia es una decoloración amarillenta en la superficie posterior de la hoja, que va expandiéndose hasta formar una lesión en tonos oscuros, rodeada por una aureola amarilla. Si la patología es muy severa, las lesiones se van uniendo unas a otras, hasta que provocan el colapso total de los tejidos de la hoja. Las zonas donde aparecen estas lesiones pierden por completo la capacidad de llevar a cabo una actividad fotosintética.
Roña (Elsinoe mangiferae B.): hongo, que provoca daños en hojas, tallos (ramas) y frutos. Los síntomas se caracterizan por manchas elevadas, de forma ovalada a elíptica y de tonalidades oscuras, que se encuentran rodeadas por un halo. El margen de la hoja aparece además distorsionado. Es posible que aparezcan perforaciones en las hojas cuando el daño se encuentra muy avanzado. Aparecen además una serie de lesiones alargadas y oscuras a lo largo del nervio central. En las ramas se pueden apreciar lesiones de pequeño tamaño o costras de color gris. Por último, en el fruto se desarrollan también lesiones o costras de color gris en la cáscara, que tienen como resultado una deformación, conformando además grietas que originan la pudrición del mismo. La superficie del fruto presenta una capa corchosa.
Oidio del mango (Oidium mangiferae B.): hongo patógeno, que desencadena una patología muy común en diferentes especies de plantas, la cual afecta a los frutos, flores, brotes tiernos de inflorescencias y tallos. Su presencia se observa debido a la presencia de un tejido micelial blanco. La superficie afectada queda completamente cubierta por un polvo, constituido por millones de esporas, que posteriormente se disemina con el viento. Como consecuencia de esta capacidad reproductiva es posible que con tan solo unas pocas flores afectadas, pueda producirse una diseminación epidémica que afecte a toda la finca, siempre y cuando se den las condiciones más favorables, que incluyen una alta temperatura y un alto grado de humedad. En caso de que no lleguen a darse estos factores, las conidias del hongo mueren rápidamente debido a la deshidratación. La fuente de alimento lo constituyen las flores, que terminan por caerse, y los frutos más jóvenes. Cuando son atacadas a temprana edad los frutos no terminan desarrollándose correctamente y finalmente se caen también. En ocasiones pueden darse ataques tan severos que la cosecha quede reducida a nada.
Podredumbre del cuello (Phytophthora spp.): género que abarca a diferentes especies, todas ellas oomicetos, que producen un marchitamiento, pudiendo mantenerse en el suelo en el transcurso de varios años, en ausencia de un huésped, sobre todo en las capas más superficiales, en sustratos orgánicos como restos vegetales y humus. Los factores que más favorecen su desarrollo son las altas temperaturas y un exceso de agua. En invierno se localiza en las raíces, tubérculos y bulbos infectados o en el suelo, en diferentes formas. Su transmisión se da por el viento y la lluvia, lo que causa su caída hacia el suelo, donde se extiende, motivo por el cual su mayor incidencia se da en zonas de regadío. Penetra en el huésped a partir de heridas superficiales desprotegidas o aberturas naturales. Los síntomas se concentran en el cuello y las raíces principales, que se van pudriendo y la corteza se va deshidratando, tomando así una coloración oscura. La enfermedad avanza con relativa facilidad y los árboles que la sufren presentan debilitamiento generalizado, caída de hojas, marchitamiento, frutos de poco calibre y mala maduración, colapso e incluso la muerte. Todos estos síntomas dependen de la severidad y el nivel de afectación.
Escoba de bruja (Fusarium decemcellulare): se trata de un hongo patógeno, que provoca una enfermedad de gran importancia económica, cuya incidencia es mayor durante los meses de mayor pluviometría, momento a partir del cual la patología se hace más evidente. Se produce en pequeñas colonias en tallos muertos y ramas y su dispersión se ve favorecida por la acción de diferentes especies de insectos, el aire y el agua. Los síntomas se aprecian, fundamentalmente, en los nuevos brotes, en los cuales se da una reducción marcada de la longitud de los entrenudos y en el área foliar. Al no poder expandirse los brotes generan una serie de deformidades, dando un aspecto de escoba, lo que le da nombre a esta patología. Se manifiesta también con la proliferación de ramas, entrenudos cortos, hojas cortas, escamosas y anormales, relacionadas con una pérdida de la dominancia apical. Las plantas de vivero, por norma general, son más vulnerables a esta malformación vegetativa que los árboles más desarrollados. Es posible que se dé también una malformación floral. Durante el invierno las agallas se necrosan y se desintegran. Asimismo, en períodos de sequía el progreso de la enfermedad es mucho más lento.
Muerte descendente (Botryodiplodia theobromae): conocida también como pudrición peduncular, es una de las patologías con mayor relevancia a nivel post cosecha, concretamente durante el almacenamiento prolongado, pudiendo causar una pérdida total de los frutos por pudrición. El hongo resiste en la plantación por medio de la colonización de ramas y hojas muertas, conformando picnidios, de los que se liberan y diseminan posteriormente los conidios, que contaminan los frutos cuando las condiciones son óptimas para ello. Se establece que se trata de un patógeno latente, que se puede encontrar como endófito en tejidos sanos de la planta, convirtiéndose como tal en un patógeno en el momento en el que el hospedador se encuentra debilitado o estresado. Se presenta con mayor intensidad cuando la humedad relativa se encuentra por encima del 80% y las temperaturas se sitúan entre los 26 y 32 ºC. Los síntomas más característicos son el secado progresivo descendente de las diferentes partes del árbol, con aparición de puntos negros en la corteza. En las hojas pueden observarse lesiones de color gris oscuro, cuyo avance llega a dar como resultado una defoliación, que puede llevar incluso a la muerte del árbol.