PREPARACIÓN DE SUELOS DE CULTIVO
Introducción
Se considera que un suelo es de buena calidad para el establecimiento de los cultivos cuando permite que entre agua, tanto proveniente de la lluvia como del riego, y se distribuya dentro del volumen de suelo que se encuentra ocupado por las raíces de las plantas, siendo capaz de garantizar el desarrollo de las mismas, moldeándose en base a la presión ejercida en su proceso de crecimiento. Es decir, debe presentar una porosidad de al menos el 50% con una buena distribución de macro, meso y microporos, asegurando así un buen almacenamiento de agua y una adecuada aireación. A través de los macroporos se infiltra y se mueve el agua que llega al suelo, además del aire que lleva oxígeno a las raíces. Dentro de ellos crecen las raíces y los pelos absorbentes de las plantas. En los mesoporos se almacena el agua aprovechable por las plantas, que es la solución nutritiva del suelo. Por último, en los microporos se encuentran hierro y manganeso en sus formas reducidas, que es la forma en que pueden ser absorbidos a través de las raíces. En su composición además deben encontrarse los elementos nutritivos esenciales, siempre en formas asimilables por las plantas. Asimismo, el contenido en materia orgánica debe ser capaz de mantener el equilibrio de su condición edáfica. Por tanto, un suelo que se encuentra en malas condiciones para el desarrollo de actividades agrícolas es aquel que no permite la entrada ni la correcta distribución del agua, no es deformable, puede tener una buena porosidad, pero mala distribución de los poros que imposibilita el desarrollo de las raíces; presenta bajo contenido en elementos nutritivos y/o desequilibrios entre ellos, lo que puede producir bloqueos. Finalmente, se caracteriza por tener bajos contenidos de materia orgánica, siendo suelos de difícil laborabilidad y muy susceptibles a la degradación. Esta degradación y erosión se produce sobretodo en suelos recién preparados, que presentan terrones y agregados sueltos, muy susceptibles a desmoronarse con motivo del impacto del agua sobre la superficie. Por el contrario, aquellos suelos sobre los que no se ha aplicado ningún tipo de labranza presenta una mayor resistencia a estos procesos erosivos, aunque propician más la pérdida de agua de escorrentía. Esto significa que es necesario buscar un equilibrio entre ambas condiciones, con un laboreo mínimo y con el uso de los aperos de labranza adecuados.
Factores de crecimiento y compactación
El término factor de crecimiento se refiere a aquel elemento edafológico, cuya presencia, en cantidades adecuadas, resulta indispensable para el correcto desarrollo de los cultivos. Este hecho implica que la ausencia del mismo se traduce en una inhibición del crecimiento de la planta. Un ejemplo sería el aire, que de no encontrarse en una concentración suficiente en el suelo la respiración no puede producirse y la planta termina por morir. El criterio de suficiencia determina que para que las plantas expresen su máximo potencial genético es necesario que sus concentraciones se encuentren en valores cercanos a los rangos óptimos. Debido a ello, es fundamental establecer cuáles son los limitantes críticos de cada suelo, con el fin de garantizar la puesta en marcha de estrategias con las que suplir esas carencias, asegurando la producción de la finca. Los factores de crecimiento se ven afectados positivamente o negativamente en función del manejo físico que se lleve a cabo en el suelo, es decir, se relaciona directamente con el proceso de labranza, la cual provoca cambios en la distribución de tamaño de los poros. La manipulación del suelo lleva a modificaciones en la estructura del suelo, por lo cual se hace imprescindible un estudio de las condiciones del medio para evitar una degradación que provoque daños difícilmente compensables en un periodo corto de tiempo. Sin embargo, realizándola con conocimiento conduce al mejoramiento y sostenibilidad de los suelos. En definitiva, mediante una labranza constructiva, previo diagnóstico de los limitantes físicos, se obtiene una buena distribución y estabilidad del sistema poroso. A continuación se presenta un esquema en el que pueden observarse las consecuencias que se van desarrollando debido a una compactación del suelo, relacionada con la absorción de agua y nutrientes y la oxigenación del suelo, entre otros.
El impedimento mecánico para la penetración de las raíces depende del diámetro del poro, de manera que si su diámetro es inferior al de la cofia de la raíz o el suelo no es deformable existirá una incapacidad por parte de la planta para continuar con su correcto desarrollo, debido a la compactación. Se produce así una disminución en el rendimiento de los cultivos. Para revertir esta situación se recurre al uso de determinados aperos que tengan como resultado un aflojamiento del suelo y una disminución disminución de la densidad aparente, entre los cuales destacan los subsoladores.
El estrés hídrico queda definido como el resultado de la interacción entre el grado de humedad del suelo, la demanda evaporativa y los diferentes factores fisiológicos. Para que un suelo cumpla con la función de reservorio de agua debe garantizar que buena parte del agua de lluvia penetre a las capas profundas por infiltración, evitando perderse por escorrentía en las más superficiales; que tenga una buena capacidad de almacenamiento de agua, fundamentalmente en las zonas de crecimiento de las raíces; y que permita una conducción del agua, en base a la demanda evaporativa.
El déficit de aire en el suelo puede darse como consecuencia de un uso excesivo de la maquinaria agrícola, que lleva asociado una disminución progresiva de macroporos, cuya presencia, como se ha explicado con anterioridad, es clave para el movimiento del aire.
Preparación
Se conoce con el nombre de tempero o sazón al momento a partir del cual el suelo se encuentran en el punto óptimo de humedad para comenzar el trabajo de la tierra. Este punto se alcanza en un punto concreto para cada tipo de suelo, es decir, no es igual para todos los tipos de suelo, de manera que los suelos arenosos, con una elevada capacidad de drenaje tras las lluvias pueden ser trabajados en cuestión de pocos días, mientras que en el caso de los suelos arcillosos tendrá que transcurrir más tiempo, como consecuencia de la retención del agua. Una vez que se ha alcanzado el tempero pueden iniciarse las labores de preparación del suelo para el establecimiento de un nuevo cultivo:
- Retirada de malas hierbas y restos del cultivo anterior: de no haberse hecho antes, previo a iniciar cualquier tipo de actividad que implique remover la tierra, resulta imprescindible retirar tanto la vegetación viva que se encuentra creciendo en ese momento, como los restos que puedan haber quedado del cultivo previo. Todo este material puede ser empleado para conformar una pila de compostaje, de la cual pasado un periodo de tiempo se obtendrá compost maduro (materia orgánica estable resultante de un proceso de fermentación aeróbico) con el que fertilizar el suelo. Con el fin de evitar la proliferación de especies adventicias en los alrededores del cultivo, que puedan dificultar su correcto desarrollo se pueden llevar a cabo dos técnicas, que son el acolchado o mulching y la falsa siembra. El acolchado consiste en cubrir la superficie de la tierra con algún tipo de material inhibiendo el crecimiento de hierbas no deseadas, pudiendo servir además como aporte de materia orgánica en el suelo, dependiendo del material utilizado, mejorando la retención de la humedad y protegiendo las raíces de cambios bruscos en la temperatura. Además sirve como protección frente a los procesos de erosión, es decir, que su uso resulta también beneficioso durante las épocas en que se deja descansar la tierra entre cultivos. Se pueden establecer diferencias entre acolchado orgánico e inorgánico. El orgánico es aquel que se compone de elementos degradables, cuya ventaja principal es el aporte de nutrientes. El inconveniente de este tipo de materiales reside en la necesidad de realidad una reposición debido a su degradación. El inorgánico es aquel en el que los elementos son inmutables y, por tanto, no aportan mejoras al suelo. Por último, la técnica de la falsa siembra se basa en preparar al suelo con anterioridad al establecimiento del cultivo, trabajando la tierra y dejándola como si fuese a cultivar, regando periódicamente con el fin de que germinen las semillas se las plantas adventicias, que mediante escarda podrán retirarse posteriormente.
- Labranza: finalizado el paso anterior se inicia el trabajo del suelo, propiamente dicho, teniendo previamente en cuenta una serie de aspectos, entre los cuales se encuentran la realización del mínimo laboreo posible, para evitar efectos no deseados; no mezclar las capas del suelo, que puede tener graves consecuencias, como el aumento de la mortalidad de los microorganismos del suelo, disminuyendo así la fertilidad del suelo debido a la disminución de la actividad biológica, así como de la descomposición y mineralización de la materia orgánica; el trabajo con el punto óptimo de humedad, tal y como se ha explicado en el inicio del apartado (tempero); y no enterrar nunca la materia orgánica sin descomponer, puesto que de hacerlo, debido a la falta de oxígeno en las capas más profundas, se pudrirá en lugar de ir degradándose con el paso del tiempo. De hacer aportes de abono, estiércol, compost o cualquier otro de fertilizante, este debe encontrarse siempre en un estado de descomposición y su textura debe permitir que pueda distribuirse correctamente.
- Rastrillado: resulta conveniente realizar un pase o más de rastrillo, pudiendo retirar así cualquier piedra que pudiera quedar en la superficie y que podría impedir la nascencia de las semillas que posteriormente van a sembrarse. Si durante la labranza no se aprecian piedras puede comenzarse con el paso siguiente, sin necesidad de rastrillar la superficie.
- Siembra: finalizado como tal el proceso de preparación de la tierra, se inicia el proceso de siembra, antes de lo cual debe hacerse un estudio sobre cuál será la variedad más adecuada para su cultivo, en base a las características del medio, además de acerca de la densidad de siembra del mismo. Aunque es un aspecto al que, en determinadas ocasiones no se le da la importancia suficiente, la elección de la variedad es clave. La base para su elección debe sustentarse principalmente en las variedades autóctonas, ya que se trata de especies que se encuentran ya adaptadas al medio, es decir, que su cultivo, por norma general, resultará mucho más sencillo, evitando tener que recurrir a modificaciones del medio para garantizar un nivel de producción mínimo, logrando así una reducción de los costes asociados. Aún así existen también ciertas desventajas relacionadas con las variedades locales, como pueden ser la heterogeneidad, la falta de material de base, tanto semillas como plántulas de calidad y la no adaptación a la comercialización, en relación con los calibres y la manipulación o el poco conocimiento por parte de los consumidores de esas variedades. La densidad óptima de siembra debe orientarse a evitar densidades muy bajas, que limiten el potencial de rendimiento por unidad de superficie, al igual que densidades muy altas que impliquen una caída en la tasa de crecimiento de las plantas. Para definir la densidad de siembra el primer factor que debe tenerse en cuenta es del rendimiento objetivo que se pretende a obtener en la cosecha. De esa manera se puede obtener un valor orientativo de la densidad que debe implementarse para alcanzar esa meta. Es necesario tener en cuenta también que el rendimiento no depende únicamente de este factor, sino que deben darse también condiciones ambientales favorables. Asimismo, dentro del proceso de siembra se puede hacer una distinción entre dos métodos, que son la disposición de la semilla directamente sobre el suelo, sin que haya habido un proceso de germinación previo y aquel en el cual se realiza una siembra previa a cubierto en un espacio en el que, independientemente de las condiciones que se estén dando en el medio, se asegura la germinación. Esta última técnica es provisional, es decir, una vez que se haya alcanzado un nivel de desarrollo se efectúa un trasplante a la ubicación definitiva. La ventaja principal de este sistema es que pueden seleccionarse aquellas plantas que se encuentren en mejor estado, desechando aquellas que no hayan proliferado adecuadamente.
Buen trabajo por escribir este peazo de post, todo clarísimo y de comprender fácil, gracias admin